cómo regañar a un niño con TDAH

Cómo regañar a un niño con TDAH

Educar a un niño o niña con TDAH puede ser una tarea complicada a veces para sus padres. Muchos padres temen que sus casas se conviertan en un entorno lleno de gritos, amenazas y enfados por ambas partes.

Lo primero que debemos tener en cuenta es el estilo de aprendizaje de un niño/a con TDAH. Normalmente, debido a su inquietud, necesitan con mayor frecuencia que otros niños experimentar para aprender. Necesitan oler, saborear, tocar y probar experiencias y por eso las amenazas, las advertencias y otros castigos no van a funcionar, resintiendo las relaciones familiares. ¿Por qué los castigos no funcionan? ¿Cómo podemos enseñar a los niños con TDAH normas y límites?

Tipos de castigos

En psicología, un castigo puede definirse como la consecuencia aversiva que sigue a un comportamiento, haciendo que la probabilidad de repetición de este comportamiento disminuya en el futuro.

En el día a día, estamos acostumbrados a utilizar este método punitivo para enseñar a los niños y las niñas a no llevar a cabo conductas que nos resultan desagradables. Existen dos tipos de castigos:

  • Castigo positivo: cuando añadimos una consecuencia desagradable. Por ejemplo, para que una persona deje de comerse las uñas, le echamos en los dedos un producto de sabor amargo.
  • Castigo negativo: cuando eliminamos un estímulo agradable. Por ejemplo, si ese día no hay terminado los deberes, le prohibimos salir con sus amigos el fin de semana.

Normalmente cuando pensamos en castigo nos viene la típica frase de “¡castigado a la cama y sin postre!”, pero existen más formas de aplicar castigos y quizá no todos las reconozcamos como castigos:

  • Castigo físico. Pescozones, cocotazos o azotes. Son castigos que más que enseñar, suelen ser producto de la frustración de los adultos cuando los niños no responden bien a los límites.
  • Castigo relacional. Se basan en la retirada de atención o de afecto. Por ejemplo, cuando decimos “ahora no quiero hablar contigo, te has portado muy mal y estoy enfadada” o más típico, mandar a la esquina de pensar a los pequeños.
  • Gritos. Cuando hablamos a gritos asustamos e intimidamos a los pequeños, es un castigo positivo, aunque a menudo no nos damos cuenta.
  • Mensajes negativos. Cuando usamos etiquetas negativas como “caprichoso”, “maleducado”, “chillón”, etc., claramente estamos aplicando una consecuencia negativa, sobre todo cuando los aplicamos delante de otras personas. Además, estamos contribuyendo a que los pequeños interioricen estas etiquetas como características de personalidad que van a ser difíciles de eliminar más tarde.

Consecuencias negativas

Aplicar este tipo de castigos tras una conducta que sea molesta o inadecuada, no sirve de mucho en cuanto al aprendizaje que queremos generar, ya que no les estamos enseñando por qué esa conducta es inadecuada, ni tampoco les mostramos una conducta alternativa deseable. Un castigo solamente es algo que hace sentir mal a los pequeños tras un comportamiento.

Por otro lado, a medio largo plazo la conducta problema seguirá manifestándose o incluso aumentando su frecuencia. ¿Por qué? Pues porque seguirá produciéndose a escondidas de los padres o en situaciones donde saben que no van a recibir el castigo, recuerda no saben por qué no deben de comportarse así, solo que si lo hacen delante de sus padres recibirán un castigo.

También acabarán deteriorando la relación con los padres generando sentimientos de rabia y odio hacia los mismos. Además, aprenden que el castigo es una forma efectiva de conseguir lo que quieren, aplicándolo con los demás. Pueden acabar convirtiéndose en adolescentes agresivos.

Alternativas al castigo

Como decíamos al inicio, los niños con TDAH tienen en muchos casos una forma de descubrir el mundo distinta a otros niños. Muchas veces no son suficientes las advertencias verbales de los padres, van a querer probar por sí mismos que ocurre y esto va a hacer que con frecuencia reciban muchas más regañinas y castigos que otros niños.

Pero de igual forma, van a necesitar aprender modular su comportamiento y para ello existen estrategias mejores que los castigos. Te dejamos aquí unas cuantas:

Establece normas. A diferencia de los castigos, las normas se establecen de antemano, se avisa del comportamiento que no queremos que se produzca y se establecen unas consecuencias al incumplimiento de la norma. Muchas de estas pueden consensuarse mediante el diálogo y sirven para prever conflictos y ayudan a mejorar la convivencia familiar, sin embargo, los castigos solo sirven para evitar hacer algo por miedo a las consecuencias.

Pon tu atención a las conductas positivas. Es mucho más productivo utilizar el refuerzo de las conductas que sí que queremos que lleven a cabo que poner siempre el foco en las conductas negativas. De esta manera estamos mostrando claramente cuál es la conducta alternativa deseada. Además, no tienes que esperar a que esta se de con la frecuencia deseada, refuerza todos los avances que se produzcan hasta alcanzar la conducta objetivo.

Déjale que repare sus acciones o déjale experimentar las consecuencias naturales de su comportamiento, siempre y cuando no suponga un riesgo para ellos. Muchas veces no tenemos que regañarle, si desordena, rompe o deteriora algo, basta con enseñarle a repararlo. Por ejemplo, si va corriendo por el pasillo sin cuidado y con un vaso de agua en las manos, lo más normal es que se acabe cayendo el agua y que tenga que acabar secando el suelo. Después de reparar sus acciones, podéis establecer una norma que ayude a prevenir futuros problemas

Mantén la calma. Esta es quizás la más difícil e importante. A menudo se van a repetir conductas con la frecuencia suficiente para que los adultos queramos estallar, pero recuerda no actuar en caliente. Mantener la calma es esencial para poder explicarles por qué no pueden llevar a cabo esa conducta y ser capaces de sentarnos con ellos a pensar en una forma mejor de comportarnos la próxima vez.

Estas son algunas de las estrategias que trabajamos con las familias desde de consulta, no son diferentes a las que se trabajan con otras familias, pero sí que hay que tener en cuenta a la hora de aplicarlas la situación de cada familia y cada niño/a en particular.

Ana Soria

Psicóloga Sanitaria en Zoraida Rodríguez Centro de Psicología

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