Determinados por nuestro pasado

Algunas de las personas que acuden a mi consulta aluden a su pasado como determinante de alguna circunstancia que están viviendo actualmente o alguna característica que les define y que les perjudica más que le benefician.

Marcos, jugador de golf, me comentaba: “Yo no he tenido unos padres que me apoyaran en mi deporte. No me acompañaban al campo ni me decían lo orgullosos que estaban de mí. De hecho, criticaban mis errores, incluso mis intentos de mejorar mi swing”. Carmen, ama de casa, referenciaba el mismo trato en su vida diaria: “Parecía que nada de lo que hacía estaba bien hecho, siempre se podía mejorar la forma de planchar, siempre quedaba una mota de polvo en algún mueble, o las notas nunca fueron suficientes para mis padres”.

En estas circunstancias es muy fácil compararse con otras personas que recibieron un gran apoyo por sus padres, que tuvieron una vida “más fácil” y plagada de situaciones de éxito que reforzaron su confianza y que les hicieron más fuertes y les llevaron a alcanzar sus objetivos a día de hoy.

La confianza en uno mismo, la autoestima, o el valor que nos otorgamos viene determinada en gran parte por esas experiencias de éxito que hemos ido viviendo. Por ejemplo, un jugador de baloncesto se sentirá muy seguro y confiará en su talento si desde pequeño ha ido comprobando que iba ganando partidos, que sus padres le apoyaban desde la grada o que cada vez podía encestar desde mayor distancia hasta llegar a los triples con facilidad. Estas condiciones ayudan, pero no determinan. Si fuera así, aquellas personas que han tenido unos padres que resaltaban siempre el error frente al logro, o que no han experimentado éxito tras éxito, deberían dejar de intentar cualquier cosa: deporte, objetivo profesional, personal…

Y ahora viene la parte positiva, ¿de verdad estamos determinados por nuestro pasado? ¿Es inevitable salir de ese camino? Puede ser más duro, pero no imposible. Si este es tu caso, solo te digo que tienes el derecho y la RESPONSABILIDAD de cambiar y ser tú la persona que determine tu destino. A lo mejor tus padres resaltaban tus fracasos, pero ahora tú tienes el deber de elegir tus pensamientos, de centrar la atención en aquellos aspectos de tu vida que te interesan, que te hacen sentir fuerte, en tus éxitos y en enmendar tus errores.

El camino fácil es quedarse como estamos. Es que el golfista amateur deje de intentar mejorar su swing porque no tiene el apoyo que tuvo Tiger Woods en su infancia, ni cosechó tantos trofeos como él. Es utilizar frases como “yo soy así, no tengo la culpa de mis circunstancias actuales, todo es difícil y no lo voy a intentar”. Lo fácil es no coger las riendas, no responsabilizarse de nuestra propia vida y no luchar por mejorar. ¿Qué vas a hacer tú?

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