que es la apatia

¿Qué es la apatía y cómo afecta a nuestra vida diaria?

Apatía es el nombre que ponemos a una respuesta emocional de tristeza caracterizada por la disminución del placer, interés o motivación experimentado ante estímulos y actividades que antes resultaban agradables o emocionantes. 

Este conjunto de comportamientos tiene como resultado una reducción de las actividades reforzantes en las que la persona se involucra. Se produce entonces una privación de estimulación agradable, que perpetúa ese sentimiento de “desmotivación”. El mismo, de forma circular, dificultará cada vez más que la persona recupere aquellos planes o actividades que le hacían sentir bien. Así, se origina una problemática circular en la que cada vez se hacen menos cosas y el estado de ánimo se afecta. 

Principales síntomas de la apatía

Existen diversas manifestaciones o síntomas que podemos incluir bajo el paraguas de lo que llamamos apatía. Algunos de los más comunes incluyen: 

  • Disminución de la exposición a actividades que antes resultaban reforzantes (salir con amigos, hobbies, trabajo, …)
  • Menor variabilidad de comportamientos (la persona hace menos cosas, y tienden a ser siempre las mismas)
  • No se inician actividades nuevas, o existen dificultades para terminar las que si se inician
  • Mayor presencia de otros comportamientos con menor coste de respuesta (por ejemplo, ver la televisión, mirar redes sociales, etc) 
  • Sentimiento de desmotivación ante las actividades que antes eran importantes y agradables
  • Disminución de los intercambios sociales 
  • Reducción de la expresión y variabilidad emocional 

Causas de la apatía

Factores psicológicos

Este conjunto de conductas es adquirido, es decir, lo aprendemos a través de nuestras experiencias diarias en interacción con nuestro ambiente. Aunque la explicación sobre cómo se desarrolla ese aprendizaje varía en función de la persona y su contexto, algunas posibles causas serían: 

  • Pérdida de actividades importantes: las cosas que hacían sentir bien dejan de estar disponibles. Por ejemplo, una persona que centraba su ocio en actividades al aire libre, cuando llega el invierno y aparecen la lluvia y el frío, puede ver impedidas esas actividades. 
  • Las conductas dejan de ser reforzadas: las actividades que antes eran seguidas de consecuencias agradables (habían adquirido un valor positivo) ya no lo son. Esto es, un comportamiento que solía tener consecuencias positivas deja de tenerlas y, en consecuencia, disminuye su aparición, tendiendo a desaparecer del repertorio de la persona. 

Por ejemplo, una persona durante un tiempo trabajaba muchas horas y recibía reconocimiento de su jefe y compañeros. Pero, si ese reconocimiento disminuye o desaparece, será menos probable que continúe con ese ritmo de trabajo. 

  • Aparición de consecuencias desagradables: puede ocurrir que, ante un comportamiento que emite la persona, empiecen a aparecer consecuencias negativas. Si ese es el caso, también disminuirá su aparición. Por ejemplo, una persona que siempre ha jugado al tenis comienza a recibir críticas por parte de su entrenador. En este escenario, es probable que deje de practicar ese deporte. 

De la misma manera, estas consecuencias desagradables pueden ser administradas por la propia persona, a través del pensamiento. Siguiendo con el ejemplo, el jugador de tenis puede decirse a sí mismo “ya no soy tan bueno” o “debería haberlo hecho mejor”, lo que de nuevo disminuye la probabilidad de que se mantenga entrenando, porque la actividad deja de ser tan agradable. 

  • Aumento del coste de respuesta: cuando el estado de ánimo está afectado (porque se han perdido actividades importantes de ocio, relaciones sociales y responsabilidades) aumenta el esfuerzo que supone para la persona involucrarse en la mayoría de las actividades que antes eran reforzantes. Por ello, es más probable que la persona comience a evitar ciertas situaciones, lo le aleja aún más de los reforzadores, y sigue repercutiendo en su ánimo 

Factores neurológicos o enfermedades 

Aunque es cierto que existe un correlato neurológico relacionado con los cambios en el estado de ánimo, no se puede afirmar que este sea la causa de la apatía o del cambio en el ánimo de una persona.

Lo que suele suceder, más bien, es que la apatía aparece como una respuesta emocional consecuente con la desconexión progresiva de aquellas actividades que antes resultaban placenteras o estimulantes. Es decir, no es tanto que el cerebro “falle” de forma autónoma, sino que, al reducirse el contacto con experiencias gratificantes, la persona va perdiendo interés y energía para actuar. 

Factores sociales y estilo de vida

Pueden existir otros factores implicados en la aparición de la apatía que están más relacionados con el entorno social y con los hábitos. 

Por ejemplo, puede ser que el contexto de la persona se vuelva más pobre en cuestión de la presencia de estímulos reforzantes. Es decir, algunas actividades ya no están disponibles (cambio de ciudad, condiciones meteorológicas) o se convierten en rutinarias. 

También es habitual que las conductas que producían refuerzo y mantenían un adecuado estado de ánimo, sean sustituidas por otras de menor coste o que proporcionan un refuerzo más inmediato, como por ejemplo: videojuegos, scrolling en redes sociales, consumo de sustancias, etc. Sin embargo, es probable que ese refuerzo, aunque inmediato, proporcione un menor bienestar a largo plazo. 

Apatía vs tristeza o depresión: diferencias clave

La apatía y la depresión son etiquetas muy similares que se utilizan en psicología para hacer referencia a la afectación del estado de ánimo. Por tanto, muchos comportamientos se comparten, como la disminución del estado de ánimo, la falta de interés, la reducción de la involucración en actividades gratificantes, o la frecuente presencia de la tristeza. 

Sin embargo, algunas diferencias para distinguir el uso de ambas etiquetas pueden ser: 

ApatíaDepresión
Respuesta emocional Poco variada “plana”Más caracterizada por la presencia de la tristeza
PensamientosDescripción de la realidad en términos neutrosDescripción de la realidad con sesgo negativo, pensamientos irracionales
Sentimiento de culpaInfrecuenteComún
Implicación en actividades agradablesNo se percibe motivaciónNo se percibe motivación, ni necesidad ni capacidad para ello

Consecuencias de vivir con apatía sin tratarla

Si no se aborda, este comportamiento puede tener importantes consecuencias. Cuando el ánimo está afectado, cualquier actividad se vuelve más costosa. Por ello, es probable que la persona evite situaciones y actividades, lo que contribuirá a que el comportamiento se mantenga igual. 

Sin embargo, esto repercute en que cada vez la persona se encuentre peor, pues se produce un alejamiento de las relaciones sociales, responsabilidades y actividades de ocio importantes para ella, lo que repercutirá en su calidad de vida. 

En este sentido, algunos efectos probables de la apatía pueden ser: 

  • Aumento del aislamiento social y deterioro de relaciones
  • Menor rendimiento laboral o académico
  • Desorganización vital, falta de objetivos o propósitos
  • Predisposición a hábitos poco saludables (sedentarismo, alimentación desordenada, etc).

Desde esta perspectiva, la apatía no desaparece, sino que tiende a mantenerse si no se interviene sobre las condiciones del entorno. Recuperar la estimulación perdida (o incorporar nuevos hábitos y tareas) facilitará que la persona recupere las sensaciones agradables y que su ánimo mejore. 

¿Cómo se puede superar la apatía?

La intervención psicológica propone orientar el cambio hacia la incorporación de nuevos hábitos. Algunas estrategias facilitadoras de ello son:

  • Activación conductual: Planificación progresiva de actividades que antes eran gratificantes, aunque no apetezcan al principio. La conducta precede a la motivación, no al revés.
  • Modificar lo que la persona se dice a sí misma: Identificar y modificar pensamientos como “no vale la pena”, “nada cambiará” y sustituirlos por otros más adecuados. Estos pensamientos pueden dificultar que la persona se involucre en actividades gratificantes, o impedir que lo sean. 
  • Establecimiento de metas concretas y observables: Ayuda a recuperar hábitos anteriores, con objetivos claros, específicos y alcanzables. No se trata de “sentirse mejor” sino de “hacer más”, porque el cambio emocional es resultado – y no la causa – del cambio en la conducta.
  • Intervención en el entorno: Modificar las condiciones del entorno para que faciliten el cambio. Mejorar la red social, empezar por actividades menos costosas y más variadas o llamativas, planificar, asegurar momentos de descanso, o asegurarse de que las actividades son valiosas para cada persona. 
  • Técnicas de solución de problemas: Enseñar habilidades prácticas para enfrentar obstáculos diarios, reduciendo la sensación de ineficacia.

La solución no está en esperar a “tener ganas”, sino en actuar estratégicamente para generar entornos agradables y reforzantes, que devuelvan sentido y motivación a la vida cotidiana.

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